¿Necesita África la «Ayuda Oficial al Desarrollo»?

¿Cuál ha sido la utilidad de más de medio siglo transfiriendo recursos a los países subsaharianos? ¿Qué hemos aprendido de esa historia de ayuda de emergencia a los más pobres del planeta? Nuestra mirada sobre el África Subsahariana sigue siendo la de un continente sin esperanza, pobre, necesitado, al que socorrer mediante alimentos y medicamentos para nutrir a los hambrientos y curar a los enfermos.

Quizás los del norte nos sintamos en deuda —ecológica, social e histórica— con el sur por la explotación de sus recursos naturales, el abuso laboral y los largos años de colonización, y hayamos querido compensarles de alguna manera, haciendo que esta región sea la que más ayuda humanitaria y al desarrollo reciba del mundo. O igual tan sólo es una cuestión de justicia. De todas formas, parece no haber sido suficiente para paliar las necesidades de los más de mil millones de africanos que viven al sur del Sahara. Veamos algunos datos y participemos un debate que lleva tiempo abierto.

Ayuda Oficial al Desarrollo neta recibida (US$ constantes de 2014) en África Subsahariana 1960- 2015

Fuente: Banco Mundial

La Asistencia Oficial al Desarrollo son desembolsos netos de créditos y donaciones realizados según los criterios de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) con el objetivo de lograr el desarrollo económico y social del país receptor. Estas ayudas, para ser consideradas AOD, tienen que ser canalizadas a través de organizaciones oficiales; deben tener como objetivo el desarrollo y mejora del bienestar; y sus condiciones financieras deben ser favorables.  

Su origen se remonta al fin de la Segunda Guerra Mundial, cuando en 1947, Estados Unidos llevó a cabo el tan conocido Plan Marshall. En los años setenta y ochenta la ayuda era entregada al país receptor para que este la utilizase como considerase, es decir, no estaba condicionada para la inversión en un proyecto de desarrollo como la construcción de infraestructuras, hospitales o colegios. Las colonias africanas estaban logrando la Independencia con previsiones económicas esperanzadoras, recursos humanos y naturales muy abundantes. Pero en muchos países como República Democrática del Congo Zimbabwe, esta ayuda se derrochaba o iba destinada al armamento militar. La caída de la URSS cambió el enfoque de estas ayudas al convertirse en condicionadas a la adquisición de bienes o servicios del donante. Pero, ¿este tipo de ayuda es eficaz o puede convertirse en un problema? 

Primero, uno de los requisitos para su concesión suele ser la adquisición de bienes y servicios del país emisor. Por ejemplo, casi todas las importaciones de productos básicos de Mozambique provienen de países situados en Europa, cuando estas transacciones podrían efectuarse con países vecinos a menores precios. Segundo, normalmente se rigen bajo intereses políticos y comerciales enmascarados con lazos históricos, culturales y coloniales. Muchas empresas ven en la ayuda una oportunidad para asentarse en nuevos mercados y economías, sin seguir objetivos de desarrollo de ningún tipo. Pero considero que en ciertas ocasiones esto no acaba siendo tan malo, luego explicaré por qué.

Tercero, la condicionalidad de la ayuda es un argumento muy usado como mecanismo de control y transparencia. Sin embargo, parece que no cumple estrictamente con su finalidad, ya que gran parte de la ayuda acaba en manos de gobernantes corruptos. Se estima que sólo entre 10% y 15% va destinada a la misión previamente acordada. Por ello, esto no puede ser una forma para evitar el mal uso y derroche de la ayuda. 

Pero no sólo el papel y eficacia de la ayuda condicionada es constantemente cuestionada en el debate político, social y económico. También acusan a toda la AOD de haber contribuido a que los pobres sean mucho más pobres y dependientes del paternalismo occidental. Los detractores, se ven victoriosos al ver que la promesa que los líderes de los países desarrollados hicieron en 1970 de destinar un 0.7% de su PNB a la AOD no se haya cumplido. Sólo NoruegaLuxemburgoSueciaDinamarcaReino Unido alcanzaron este objetivo en 2017.

Fuente: OCDE

Las condiciones terrestres, geográficas y climatológicas hacen que los africanos necesiten una inversión inicial muy grande para superar sus problemas endémicos y así dejar atrás la trampa de la pobreza. Por ello, considero que la ayuda al desarrollo es indispensable. Por supuesto, es necesario replantearse cómo se está llevando a cabo, ya que debe servir de palanca para que los países pobres desarrollen su economía y se vuelvan autónomos. También se tiene que prestar más atención a objetivos como la transparencia, buena gobernanza, seguridad, igualdad y democracia real. Las élites de los países son los que realmente viven de estas ayudas y no les interesa reconstruir las instituciones, liberalizar el comercio, controlar la inflación, promover la inversión ni las micro finanzas. Esto debe dejar de ser así puesto que estas medidas son el verdadero motor de la prosperidad. Más del 60% de la población africana es menor de 24 años y necesitan trabajar para obtener ingresos; estos ingresos a su vez vienen de la creación de negocios y puestos de trabajo. 

África necesita empresarios y a poder ser, no como los que han convertido a Guinea-Bissáu en un narcoestadoEl continente se ha convertido en el destino favorito de las inversiones extranjeras directas chinas. La potencia asiática está desarrollando numerosos proyectos de infraestructura entre los que se encuentran puertos, aeropuertos, carreteras, núcleos logísticos, redes eléctricas. Por supuesto, lo hace por negocio y no por ayuda al prójimo, pero la contratación de trabajadores locales y formación especializada para los puestos de trabajo están abriendo camino al futuro de los africanos. Tampoco podemos olvidarnos del activo más importante para el PIB de África, las remesas, que superan a los 50.000 millones de la AOD. No necesitan más ayuda, sino mejor ayuda al desarrollo. 

Tamara ENCISO

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